PREMIO AMANECER DE PERIODISMO 2022

La Fundación Morera & Vallejo reconoce con el galardón al periodista y fotógrafo madrileño, Adrián Álvarez, por su proyecto, The Long Hunt, y premia el retrato de la pequeña Ainara, símbolo del futuro de la España Rural.

Llegué a Silió en enero de 2018 persiguiendo folclore y leyendas. Lo que encontré fueron personas. Había transcurrido justo un año desde mi vuelta de Londres, un año de incertidumbre y dudas. No tenía muy claro de qué me servía el año y medio de master en fotografía documental que había hecho allí, como tampoco tenía nada claro qué iba a hacer con mi vida, ¿qué quería contar? Lo que sabía seguro era que quería huir de las ciudades, Londres me había dejado mental y anímicamente exhausto. Me apetecía reencontrarme con las montañas, con los prados y los ríos de mi país. Nunca me había sentido especialmente arraigado a mi tierra. España no era otra cosa que unas líneas dibujadas en un mapa que significaba poco para mí. El lugar donde nací y crecí, nada más. Vivir fuera a veces te da otra perspectiva. Hay quienes se van para no volver jamás, pero al parecer yo me fui para poder regresar. Quería conocer mi tierra, mi cultura, y quería hacerlo empezando por los lugares sin los cuales es imposible entender a España como sociedad: Los pueblos.

El pueblo, entendido no sólo como un municipio pequeño sino como lugar de origen y de eterno retorno a nuestras raíces, se convirtió en una idea lo bastante general como para empezar a desarrollar líneas de proyecto. Se han realizado mil y un trabajos sobre la España rural, pero aun resuenan en mi cabeza las palabras del mejor profesor que tuve en Londres, el fotoperiodista mexicano Antonio Olmos: “Tú todavía no has hecho ninguno”. Sin saber muy bien cómo enfocarlo, agarré una vieja cámara de 6×6 y un puñado de carretes.

Así fue como aterricé en Silió, una pequeña aldea situada en un valle del interior de Cantabria. Regado por el Besaya y asediado por vastos robledales, Silió celebra cada primer domingo de enero La Vijanera, una mascarada de solsticio de invierno, su ritual más antiguo. Suponía una oportunidad estupenda para hacer retratos de la gente llevando los elaborados trajes en los que trabajan durante todo el año. La experiencia fue realmente buena, pero me llevé algo más: El comienzo de una historia. No sabía muy qué era aún, no podía definirla con claridad, pero estaba ahí. Quería hablar de la tradición, de la tierra y del arraigo.

Retratos realizados durante la celebración de otras mascaradas de invierno.

En 2018 recorrí la península fotografiando diferentes mascaradas de invierno y a la gente de los pueblos en los que se celebraban, siempre en película y con un fondo blanco. A pesar de que me gustaba el proceso, había algo que no terminaba de encajarme. Los retratos no lograban transmitir la complejidad de lo que quería contar, necesitaba un cambio de enfoque. Fue en diciembre de 2019 cuando decidí volver a Silió, el lugar donde había nacido la idea y donde estaba convencido que encontraría mi historia. Había mantenido el contacto con alguno de sus vecinos y uno de ellos me abrió la puerta de su casa sin condiciones. Su familia hizo lo mismo. Quiso el azar que esta persona también se llamara Adrián y que hubiéramos estudiado en la misma facultad al mismo tiempo. La vida a veces supera la ficción. Unas semanas más tarde, durante La Vijanera de 2020, tomé el retrato de la pequeña Ainara, prima de Adrián y que por aquel entonces tenía 9 años. Si alguien me hubiera dicho que esa foto sería reconocida con un premio, me habría reído. Los fotógrafos, como cualquier otra profesión de componente artístico, somos profundamente inseguros; y si en algo somos maestros es en el autosabotaje y en reservar nuestras peores críticas para nuestro trabajo.

Ainara, vestida de diablo, durante La Vijanera de enero de 2020. A la derecha, la fotografía reconocida con el Premio Amanecer de Periodismo 2022.

Me encantaba el retrato, pero no puede decirse que mi opinión fuera imparcial. El tiempo que he pasado todos estos años con Adrián y su familia, incluyendo vacaciones de verano, ha hecho que mis fotografías trasciendan su valor documental para convertirse en preciados recuerdos. Sin embargo aquel retrato fue la semilla que dio lugar a todo este trabajo. Tras dos años de investigar sobre la despoblación rural, de escribir propuestas e ideas de proyecto, por fin había encontrado mi historia: El relevo generacional, el futuro del mundo rural, una historia de resiliencia, arraigo y memoria.

A partir de ese retrato construí un proyecto que me mantuvo obsesionado durante tres años más. Volví al pueblo en repetidos viajes para completarlo por partes. Lo que en un principio eran contactos acabaron convirtiéndose en grandes amigos que han estado conmigo en algunos de los mejores momentos de los últimos tres años de mi vida. Con el tiempo, los viajes a Silió se convirtieron en excusas para poder visitar a personas a las que quiero y aprecio.

Justo cuando 2022 tocaba a su fin, tras un año de grandes emociones, pero también grandes dificultades, recibí dos llamadas. La primera la recibí con el té de la mañana, desde Sevilla. La Fundación Morera y Vallejo había galardonado el retrato de Ainara con el Premio Amanecer de Periodismo 2022. La segunda era de la madre de Ainara, Tamara, que me pedía que hiciera otro retrato de la pequeña, porque 2023 sería la última vez que participaría en La Vijanera. Era un momento especial para toda la familia.

Ainara, vestida de Danzarín Negro, durante La Vijanera de enero de 2023.

Con ese retrato, que tomé hace apenas dos semanas, puse punto y final a un viaje de cinco años que ha estado lleno de altibajos, pero también de encuentros entrañables con algunas de las personas más nobles que he conocido nunca. Con este pequeño texto, cierro este capítulo de mi vida, con la mirada puesta en futuros proyectos que me llevarán a recorrer las costas gallegas y los vestigios de la España Industrial.

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